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Las aplicaciones Radar COVID están fracasando en casi todo el mundo: donde son voluntarias la gente no las está instalando

La eficacia de las aplicaciones de rastreo de la enfermedad COVID-19 que están poniendo en marcha muchos países, y España es uno de ellos, está profundamente condicionada por el número de personas que deciden instalarlas en sus smartphones. Es algo evidente que todos podemos intuir, pero que quizá no está teniendo la repercusión que requiere si realmente confiamos en que esta herramienta nos ayude a combatir la propagación de esta enfermedad.

Convencernos de que es seguro y crucial que instalemos esta app en nuestro teléfono móvil es un reto, de eso no cabe duda, pero no es el único desafío que tienen por delante los gobiernos que están recurriendo a esta estrategia para combatir la expansión de la COVID-19. Y es que ya hay informes oficiales que revelan que la comunicación entre nuestros smartphones sobre la que se asienta la app no siempre se lleva a cabo con éxito. Y, además, su impacto en el consumo de batería también está provocando que algunos usuarios opten por desinstalarla de su móvil.

Objetivo: llegar al menos a dos tercios de la población

Antes de seguir adelante nos interesa repasar brevemente cómo funcionan las apps de rastreo de contactos afectados por la enfermedad COVID-19. El corazón de estas apps es una API desarrollada por Google y Apple que permite que dos teléfonos móviles próximos establezcan una conversación a través de un enlace Bluetooth. No necesitan utilizar el GPS. Cuando la instalamos en nuestro smartphone y activamos el Bluetooth la app se ejecuta en segundo plano para identificar a qué personas nos acercamos y durante cuánto tiempo estamos junto a ellas.

Buena parte de los investigadores involucrados en el análisis de esta pandemia se ha puesto de acuerdo en que es necesario que al menos dos tercios de la población instale la app en su smartphone

Como es lógico, para que este diálogo sea posible es necesario que la app esté instalada en el móvil de ambas personas, y también que ambas tengan activada la conectividad Bluetooth. De esta manera la app va registrando con qué personas tenemos un contacto cercano, y también durante cuánto tiempo estamos expuestos a ellas, pero sin intercambiar en ningún momento información personal. Solo utiliza un código único que permite el diálogo y que se genera a partir de una clave aleatoria, de manera que no está vinculado a ningún dato de carácter personal.

Si en algún momento un usuario de la app obtiene un diagnóstico positivo en una prueba de detección del virus SARS-CoV-2, el que conocemos popularmente como coronavirus, debe introducir la notificación en la app. En ese momento todas las personas que tienen la app instalada en su móvil y que han estado durante los últimos 14 días a menos de 2 metros de distancia de la persona infectada, y durante un periodo de más de 15 minutos, recibirán una alerta de la app que les indica que pueden haber sido contagiadas para que puedan tomar las medidas oportunas.

Como veis, el funcionamiento de la app es sencillo y garantiza el anonimato de las personas que la utilizan porque no recaba ningún dato personal. Ni siquiera si nos contagiamos y lo notificamos a través de este software. Lo que reciben los demás usuarios es una alerta que refleja un posible riesgo de contagio, pero no conocerán la identidad de la persona que ha podido transmitirles la enfermedad.

Un artículo reciente del diario The Washington Post recoge que buena parte de los investigadores involucrados en el análisis de esta pandemia se ha puesto de acuerdo en que es necesario que al menos dos tercios de la población instale la app en su smartphone. De lo contrario no cumplirá su propósito porque no conseguirá sondear con precisión la penetración que está teniendo el virus en la sociedad. Y aquí llega el problema: en la mayor parte de los países en los que se ha desplegado la app tiene una tasa de penetración muy inferior a este límite mínimo.

Según The Washington Post la app está presente solo en aproximadamente el 20% de los teléfonos móviles de los ciudadanos, y para ser eficaz debería estar operativa en al menos el 66% de los smartphones. En Irlanda la han instalado 1,3 millones de usuarios, y este país tiene unos 5 millones de habitantes, por lo que la app está instalada en el 26% de los móviles. La situación de Suiza no es muy diferente. Tiene unos 8,5 millones de habitantes y han instalado la app alrededor de 2 millones de personas, lo que refleja una penetración del 23%. En otros países, como Francia o Estados Unidos, las cifras son incluso más desfavorables.

Si nos ceñimos a lo que dicen los expertos es imprescindible que muchas más personas utilicen la app para que realmente se consolide con una herramienta eficaz en la contención de la pandemia. Y esto ha provocado que algunas personas defiendan la obligatoriedad de instalarla y utilizarla. Aún no están claros los mecanismos a los que pueden aferrarse los gobiernos de los países democráticos para combatir esta baja adopción, pero es evidente que las cifras que están arrojando los países en los que esta app ya está disponible no son muy halagüeñas.

Pero hay otra opción que apuesta por una estrategia mucho más contundente que prescinde tanto de las aplicaciones de rastreo como de la localización a través del GPS de los smartphones, y es por la que se ha decantado Corea del Sur para combatir los rebrotes más preocupantes. Uno de ellos tuvo lugar en Itaewon, un distrito de Seúl, a principios del pasado mes de mayo, y las autoridades decidieron tomar medidas tajantes para detener la expansión del virus.

Su estrategia consistió en pedir a SK Telecom, KT y LG U+, las tres grandes operadoras de telecomunicaciones del país, el historial de localización de todas las personas que estuvieron en la zona de Seúl afectada por el rebrote durante los días en los que se produjo el mayor número de contagios. Y funcionó. En pocos días consiguieron localizar casi 11.000 teléfonos cuyos propietarios podían estar infectados, por lo que no dudaron en enviarles un mensaje indicándoles que debían presentarse en un centro sanitario con urgencia para realizarse una prueba de detección del virus SARS-CoV-2.

Deben ganarse nuestra confianza y ser más eficientes

Una de las razones que explican por qué posiblemente muchos usuarios han decidido no instalar esta app en su teléfono móvil es la falta de confianza. Sin embargo, como hemos visto, y como explicamos con todo detalle en este artículo, este software no expone datos personales ni nuestra identidad en ningún momento. Tampoco nuestra ubicación debido a que no utiliza el GPS. Pero este no parece ser el único motivo que lleva a algunos usuarios a rechazar las apps de rastreo.

Algunas personas también han denunciado que consumen demasiada batería, alegando que por esta razón no pueden permitir que se esté ejecutando permanentemente en segundo plano (tenéis la respuesta de uno de ellos en el tuit que publicamos justo encima de estas líneas). El problema es que no acaban aquí los desafíos. Un informe elaborado por la Agencia de Transformación Digital, que es la institución australiana que se ha encargado de desplegar la app en este país, refleja que el diálogo que establecen las apps de rastreo está condicionado por el sistema operativo y la antigüedad de los teléfonos móviles.

Algunos smartphones en circunstancias desfavorables recogen solo una de cada cuatro interacciones, lo que merma claramente la eficacia de la app. Afortunadamente, este informe también refleja que este software se puede afinar para que sea más eficiente y funcione mejor. En cualquier caso, todo lo que acabamos de ver nos indica que queda mucho trabajo por hacer si queremos que estas apps realmente marquen la diferencia en la contención del coronavirus.